La Ley de prohibición fue aprobada por Gran Bretaña en 1775 como respuesta a la creación de las colonias estadounidenses de un Ejército Continental. Este acto dejó a las colonias sin protección de Gran Bretaña, prohibió el comercio con ellas y permitió la incautación de cualquier barco colonial por cualquier motivo.
El acto dañó aún más las relaciones entre las colonias y Gran Bretaña. En respuesta al acto, el Congreso Continental otorgó a los corsarios estadounidenses la autoridad para armar sus barcos y actuar como una fuerza suplementaria para la Armada Continental. Irónicamente, cuando se aprobó el acto, los miembros conservadores del Congreso Continental estaban trabajando para aliviar las tensiones con Gran Bretaña.