Según el Departamento de Geociencias de la Universidad Estatal de Oregón, una erupción volcánica puede volverse violenta si la presión se acumula dentro del volcán por cualquier motivo. Una erupción explosiva es mucho más peligrosa que un flujo constante de magma y puede esparcir cenizas y material piroclástico en un área amplia. La erupción del Monte Saint Helens en 1980 fue un ejemplo de libro de texto de una violenta erupción volcánica explosiva.
En circunstancias normales, el respiradero de magma dentro de un volcán permite que una corriente constante de magma se escape a la superficie, evitando cualquier acumulación de presión debajo del volcán. Sin embargo, si esta ventilación se bloquea, puede convertir el depósito de magma debajo en una olla a presión, permitiéndole presurizar a niveles explosivos. En algunos casos, la ventilación puede ser estructuralmente inestable y colapsarse sobre sí misma, creando un tapón que permite que la presión se acumule. En otros casos, la composición del magma puede cambiar, volviéndose más espesa y más viscosa. Cuando el respiradero es particularmente estrecho, el magma viscoso puede detenerlo el tiempo suficiente para que se produzca un pico de presión.
Cuando la presión se acumula dentro del volcán, eventualmente toma la ruta de escape de menor resistencia. En la mayoría de los casos, esto significa soplar el material que está bloqueando la ventilación, pero en otros, el magma presurizado puede crear una ruta completamente nueva hacia la superficie. En 1980, una erupción explosiva explotó en el costado del Monte Saint Helens y envió magma y material piroclástico a una gran área.