Algunas serpientes, como las pitones y las boas constrictoras, tienen pequeñas piernas vestigiales debajo de su piel y pequeñas espuelas en forma de garras a cada lado de la cloaca, que incluyen los restos de lo que solían ser huesos de las piernas. Las serpientes macho usan estos espolones durante el cortejo y para pelear, pero no para la locomoción.
La evidencia fósil sugiere que las serpientes pueden haber evolucionado a partir de lagartijas enterradas. La caza en pequeñas madrigueras y túneles hubiera favorecido a los animales aerodinámicos, con huesos pélvicos estrechos y patas más pequeñas. Eventualmente, las piernas habrían sido más un obstáculo que una ventaja. Existe una controversia en la comunidad científica sobre si las serpientes evolucionaron de lagartos terrestres o reptiles marinos, pero la evidencia indica claramente que las proto-serpientes tenían patas.