La energía utilizada en la respiración celular se origina a partir de la combinación de alimentos que los humanos alimentan y el oxígeno. La energía en forma de trifosfato de adenosina (ATP) se libera cuando se rompen los enlaces de las moléculas orgánicas.
Todos los organismos vivos requieren energía para el metabolismo. Las células obtienen energía de los nutrientes ingeridos en forma de glucosa. Este proceso se conoce como respiración celular. Aquí, las moléculas grandes se descomponen en moléculas más pequeñas. Las células animales y vegetales utilizan nutrientes como aminoácidos, azúcares y ácidos grasos para generar energía. El proceso se produce en presencia de oxígeno, que actúa como agente oxidante.
Hay dos tipos de respiración celular: aeróbica y anaeróbica. La respiración aeróbica necesita oxígeno para generar energía en forma de ATP. Los productos de la respiración aeróbica son el agua y el dióxido de carbono. Por otro lado, no se necesita oxígeno en la respiración anaeróbica. En este sentido, la respiración aeróbica es más de 10 veces más eficiente en la generación de energía que la respiración anaeróbica. Por cada molécula de glucosa, la respiración aeróbica produce dos moléculas de ATP. Luego, las células utilizan la energía generada en procesos como la regeneración celular, la biosíntesis y la locomoción. Cualquier energía extra se almacena dentro de los reservorios en las células.