El 26 de julio de 1825, el huracán Santa Ana golpeó a Puerto Rico. La tormenta fue llamada así porque sucedió en el día de este santo en particular. Este sistema de nombres continuó hasta 1953, cuando el Centro Nacional de Huracanes adoptó nombres femeninos del nuevo Alfabeto Fonético Internacional.
La costumbre de nombrar huracanes exclusivamente después de que las mujeres concluyeran en 1978, cuando los nombres de los hombres se incorporaron a la lista de tormentas del Pacífico nororiental. En 1979, se utilizaron nombres masculinos y femeninos para los huracanes del Atlántico y el Golfo de México.
El Comité de Huracanes de la Asociación Regional IV de la Organización Meteorológica Mundial elige los nombres de las tormentas de la Cuenca Atlántica y del Pacífico central y oriental.