Los dos tipos principales de fermentación son el alcohólico y el láctico. En la fermentación alcohólica, las moléculas se convierten en etanol con la producción de dióxido de carbono, mientras que en la fermentación láctica, las moléculas se convierten en ácido láctico. No hay producción de dióxido de carbono.
La fermentación alcohólica o con etanol es el proceso por el cual los azúcares glucosa, fructosa y sacarosa de los alimentos se convierten en energía. Con este método se producen pan, ciertos tés (Kombucha) y bebidas alcohólicas (como cerveza, vino, whisky, vodka y ron). La fermentación láctica es un proceso similar en el que los azúcares se convierten en energía. Sin embargo, la fermentación láctica se puede usar más ampliamente cuando se preservan los alimentos.
Los alimentos fermentados pueden tener grandes beneficios para la salud y el bienestar. Las bacterias producidas durante el proceso de fermentación, también conocidas como probióticos, pueden ser beneficiosas para la función digestiva y la inmunidad. Preservar los alimentos a través de la fermentación puede aumentar su valor nutricional porque los hace más fáciles de digerir y eleva sus niveles de vitaminas. La fermentación de alimentos en el hogar ha crecido en popularidad y es fácil de lograr. Una sola cabeza de repollo, por ejemplo, puede convertirse en chucrut simplemente triturándola, sazonándola, colocándola en un frasco o vasija y dejándola en la oscuridad durante aproximadamente un mes.