Las mayores fortalezas de la política monetaria son una mayor responsabilidad y transparencia por parte de la Reserva Federal. Debido a que la Reserva no es elegida ni nombrada democráticamente, esto brinda a los contribuyentes más participación y control sobre su toma de decisiones.
La política monetaria establece pautas dentro de las cuales la Reserva Federal tendría que operar teóricamente. Estas directrices son variadas e incluyen restricciones en las proyecciones del PIB en comparación con la realidad y en el control de las tasas de inflación. A partir de 2014, estos procesos se ponderaron en gran medida como el único ámbito de la Reserva en sí, que tiene poca supervisión y poca responsabilidad con la que contender.
La Reserva estaría obligada a seguir las pautas establecidas por los comités del Congreso cuando establezca las tasas inflacionarias y tome muchas otras decisiones fiscales importantes. Si se desvía de estas prácticas, estaría sujeto a la supervisión y revisión del Congreso, obligado a explicar sus razones para hacerlo y sujeto a corrección y censura.
La política monetaria acercaría al electorado a la participación directa y el control sobre las políticas y acciones de la Reserva. Esto promueve los objetivos del gobierno democrático como un proceso en el cual los ciudadanos del país en cuestión poseen agencia en su propio futuro y en las prácticas de su gobierno y sus instituciones.