Las desventajas de las economías de planificación central incluyen la ineficiente distribución de los recursos y la supresión de la libertad económica. Las economías de planificación central están generalmente asociadas con los estados políticos dictatoriales.
En una economía de planificación centralizada, los planificadores no pueden predecir con precisión las preferencias, los excedentes y la escasez de los consumidores, por lo que no pueden asignar recursos de manera eficiente. Esto da como resultado una abundancia de bienes que no se pueden vender en algunas áreas y una escasez de bienes que tienen una gran demanda en otras. En una economía de mercado libre, la asignación de recursos escasos es dictada por el sistema de precios, por lo que los recursos van donde la oferta y la demanda lo dictan. Un ejemplo de una economía de planificación central es la antigua Unión Soviética, que operó como una economía de planificación central desde la Revolución Bolchevique de 1917 hasta la caída de 1991 del Partido Comunista.
La planificación económica central también ahoga la libertad económica, ya que los ciudadanos no tienen incentivos para innovar o asumir riesgos empresariales. El deseo de obtener ganancias es una base del sistema de libre mercado. Los planificadores centrales suprimen el motivo de lucro al tomar decisiones de los empresarios y transferirlos al gobierno. El economista Adam Smith creía que la sociedad funcionaba mejor cuando la economía estaba guiada por una "mano invisible" que recompensaba la libertad económica personal y la toma de riesgos. La planificación central esposan la "mano invisible".