Una economía planificada o de comando es aquella en la que las funciones principales, como la producción y distribución de bienes, están controladas por el gobierno. En una economía planificada, el gobierno posee algunas o todas las instalaciones de producción y Decide qué producir y cómo se valoran los bienes. Esto contrasta con una economía de mercado, donde la producción y distribución son decididas por las fuerzas del mercado con poca o ninguna intervención gubernamental.
Las ventajas de una economía planificada incluyen la capacidad de establecer objetivos, como el pleno empleo. Los defensores de este tipo de sistema argumentan que una economía de comando beneficia a toda la sociedad en lugar de a una minoría afortunada. Las desventajas incluyen una desconexión entre qué bienes se producen y lo que se necesita. Las economías de comando tienden a tener decisiones tomadas por burócratas que no están en contacto con el mercado. Este tipo de gobierno tiende a descartar los derechos individuales para alcanzar los objetivos sociales. Algunos países, como la antigua Unión Soviética y China, que antes tenían economías planificadas, han hecho la transición a una economía mixta.
En un sistema híbrido o mixto, el gobierno permite una cierta privatización de los medios de producción y desregula los precios para que las fuerzas del mercado desempeñen un papel. En realidad, la mayoría de los sistemas económicos son mixtos, con diversos grados de intervención gubernamental.