Las lesiones renales, también conocidas como masas o tumores, pueden provenir de la propagación de células cancerosas. También surgen de crecimientos llenos de líquido llamados quistes. Más comúnmente, las lesiones consisten en quistes, que son benignos (no cancerosos). Las lesiones sólidas resultan ser cancerosas en más del 80 por ciento de las veces, señala Urology Health Foundation. Por lo general, los médicos ni siquiera realizan una biopsia de las lesiones sólidas antes de extraerlas, debido al riesgo de falsos negativos y la poca frecuencia con la que son causadas por otra cosa.
Cualquier crecimiento anómalo dentro del riñón se considera una lesión. Los factores de riesgo para tener lesiones que resultan ser cancerosas incluyen fumar, obesidad, presión arterial alta, antecedentes familiares de cáncer de riñón, dieta con carnes fritas o ingesta alta en calorías, insuficiencia renal crónica o diálisis. La esclerosis tuberosa y el síndrome de Von Hippel-Linday son dos causas menos comunes, según Urology Health Foundation.
Si una lesión renal resulta ser cancerosa, y si el cáncer solo se ha establecido dentro del riñón, la extracción, la ablación y el control son las tres opciones de tratamiento más comunes. La extirpación es la opción de tratamiento estándar y se realiza mediante una nefrectomía, ya sea mediante la extracción de una parte del riñón o la extracción de todo el órgano. La filosofía detrás de la extirpación parcial es deshacerse del cáncer y dejar la mayor cantidad posible de tejido renal sano en el cuerpo, como lo afirma la Fundación de Urología para la Salud. La ablación destruye el tumor sin extirparlo, y el monitoreo implica vigilar el tumor para ver si comienza a diseminarse en otras partes del cuerpo, afirma la Fundación de Salud Urológica.