La política exterior del presidente de los Estados Unidos, George Washington, se basaba en evitar tanto las luchas extranjeras como las alianzas, mientras que sus políticas internas mostraban poca tolerancia a las protestas contra los impuestos. En 1791, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la primera ley de ingresos internos, que impuso un impuesto a los espíritus destilados y llevó a una rebelión armada de 1794 por parte de los granjeros de Pensilvania que se conoció como la "Rebelión del Whisky". Washington formó una fuerza militar de más de 12,000 milicianos y llevó personalmente a las tropas a Pensilvania para poner fin a la rebelión, un logro logrado con una pérdida de vidas notablemente pequeña.
La postura de Washington sobre la política exterior se expresó claramente en su discurso de despedida de 1796, en el que instó a los estadounidenses a ser cautelosos con las "conexiones políticas" con las potencias extranjeras. Se mantuvo firmemente en contra de prestar apoyo a Inglaterra o Francia en el conflicto en desarrollo entre las dos naciones extranjeras. Washington emitió una proclamación de neutralidad en 1793 y recibió con gran cautela al ministro francés en los Estados Unidos, Edmund Charles Genet, cuando visitó los Estados Unidos en busca de apoyo para el lado francés del conflicto. Los republicanos, liderados por Thomas Jefferson, apoyaron la ayuda de Francia, mientras que los federalistas, liderados por Alexander Hamilton, apoyaron la neutralidad. Washington se mantuvo firme y mantuvo su posición de neutralidad, pero se desanimó ante la creciente división entre los dos partidos políticos que estaban creciendo en su cuota de apoyo entre la ciudadanía.
La confusión política interna entre los dos partidos opuestos marcó el segundo mandato de Washington y comprometió su capacidad para gobernar. Tanto su política exterior como la interna fueron fuertemente criticadas, y decidió retirarse y no aceptar un tercer mandato como presidente. En su discurso de despedida, Washington hizo una petición de apoyo al gobierno federal, enfatizando la necesidad de abstenerse de divisiones fraccionadas y destacó la importancia del sindicato.