Los glóbulos blancos protegen el sistema inmunológico combatiendo las infecciones, pero el virus de inmunodeficiencia humana ataca y destruye estas células útiles, según WebMD. El monitoreo de los glóbulos blancos es crucial para tratar a los pacientes infectados con VIH porque un conteo bajo hace que sus sistemas inmunológicos debilitados sean altamente vulnerables a los virus.
El VIH se contrae de los fluidos del cuerpo humano durante el contacto sexual, el uso de drogas, las transfusiones de sangre o la exposición ocupacional a la sangre, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los EE. UU. Las madres también pueden transmitir la enfermedad durante y después del embarazo. Los síntomas del VIH aparecen dentro de las cuatro semanas de la infección, causando una enfermedad similar a la gripe conocida como síndrome retroviral agudo, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. El VIH es imposible de curar porque el sistema inmunológico no puede eliminarlo y la infección eventualmente progresa hacia el síndrome de inmunodeficiencia adquirida.
Un tipo especial de glóbulos blancos, conocido como CD4 o T-helper, normalmente evita que las bacterias dañinas abrumen el cuerpo. El bazo, la glándula del timo y los ganglios linfáticos producen células CD4, y cada milímetro cúbico de sangre generalmente contiene entre 500 y 1.500 de estas células, según WebMD. El VIH reduce el recuento de CD4 al unirse a las células, que propagan la infección inadvertidamente al replicarse.
Las células CD4 se vuelven más numerosas y disminuyen gradualmente, por lo que los médicos recomiendan la terapia antirretroviral para pacientes con un recuento por debajo de 200, incluso cuando no hay síntomas, afirma WebMD. Los médicos también pueden comenzar un tratamiento preventivo cuando el recuento se encuentre entre 350 y 500.