La temperatura corporal se controla mediante el proceso de termorregulación, que permite que el cuerpo mantenga una temperatura constante en su núcleo. La homeostasis es el estado que ocurre cuando la termorregulación es exitosa.
Las únicas temperaturas corporales seguras son entre 98 y 100 grados Fahrenheit. La termorregulación en sí misma es un proceso de tres pasos que comienza con el sistema nervioso central en un intento por mantener la temperatura corporal dentro de este rango. Cuando el sistema nervioso central envía mensajes al hipotálamo que la temperatura interna del cuerpo está cambiando, uno de varios mecanismos se activa en un intento de restaurar la homeostasis. El cuerpo puede primero producir exceso de sudor en un intento de enfriar la piel y bajar su temperatura. El cuerpo también puede dilatar los capilares cerca de la piel para permitir que la sangre libere calor a través de la superficie.
Hay receptores de calor y frío en la piel que permiten que el sistema nervioso central responda al calor o al frío en primer lugar, lo que desencadena estos ajustes de temperatura cruciales. El cuerpo también puede producir calor cuando su temperatura baja demasiado. Para hacerlo, el cuerpo también puede activar la glándula tiroides en temperaturas extremadamente frías, aumentando el metabolismo que, a su vez, produce más calor.
