Los componentes abióticos o no vivos de los ecosistemas del desierto incluyen la composición del suelo, la precipitación anual, la temperatura y los vientos predominantes. Estos factores influyen en los componentes bióticos o vivos de los ecosistemas. Por ejemplo, la escasez de agua hace que las plantas crezcan en depresiones o áreas protegidas que retienen más humedad.
Aparte de la escasez de lluvia, un factor definitorio de los desiertos, la temperatura promedio es uno de los factores abióticos más importantes que afectan a los desiertos. Esto se ilustra mejor por las diferencias en la flora y fauna nativas de un desierto dado, dependiendo de si el desierto es cálido o fresco. Por ejemplo, la Antártida es un desierto frío cuyo interior helado soporta pocos animales aparte de los pingüinos. Por el contrario, los desiertos cálidos del suroeste de los Estados Unidos y el norte de África albergan una gran variedad de invertebrados, reptiles, aves y mamíferos.
La química del suelo afecta fuertemente a las plantas que crecen en varios desiertos, al igual que la velocidad y dirección promedio del viento. Por ejemplo, si los vientos fuertes y persistentes soplan a través de un desierto arenoso, pueden formarse dunas. Debido a que continuamente cambian de un lugar a otro, las plantas no pueden establecerse en tales regiones.
Los desiertos generalmente tienen mucha exposición al sol, otro factor abiótico que influye en la vida de las plantas nativas, por lo que las fuerzas evolutivas se han concentrado en ayudar a las plantas a obtener el recurso más escaso en el hábitat: el agua.