La hipótesis de retroalimentación facial es la idea de que sus expresiones faciales pueden tener un efecto en sus experiencias emocionales. Esta idea fue propuesta por primera vez por Charles Darwin, quien sugirió que los cambios fisiológicos causados por las emociones podrían También causan emociones.
A medida que se desarrolló como una hipótesis, comenzaron a aparecer dos variaciones posibles. El primero, que fue propuesto por Darwin y luego apoyado por un estudio de McCanne y Anderson, sugirió una débil correlación entre los movimientos faciales fisiológicos y las respuestas emocionales. En lugar de causar una emoción, los cambios fisiológicos solo pueden suprimir o excitar las emociones que ya están presentes. El estudio de McCanne y Anderson consistió en instruir a los sujetos de prueba para variar su tensión muscular mientras observaban escenas desagradables. Se verificó un ligero cambio emocional debido a las expresiones faciales.
La otra variación de la teoría es que la retroalimentación facial en sí misma puede crear una emoción. Esto no se ha verificado en la misma medida que la primera variación.
La mayor parte del apoyo a la hipótesis de retroalimentación facial proviene de estudios realizados a fines del siglo XX, incluidos estudios realizados por Ekman, Levenson y Friesen en 1983 y Lundqvist y Dinberg en 1995. Ambos estudios incluyeron la medición de cambios sutiles en la expresión cambios subsecuentes en la emoción.