El condicionamiento clásico es un tipo de aprendizaje mediante el cual un organismo desarrolla una respuesta reflexiva a un estímulo previamente neutral después de que el estímulo neutral se empareje con algo que naturalmente invoca esa respuesta. Un ejemplo común es un experimento en el que Ivan Pavlov tocó una campana mientras presentaba carne en polvo a su perro. La carne en polvo provocó naturalmente la salivación en el perro, mientras que la campana era un estímulo neutral. Con el tiempo, el perro comenzó a salivar en respuesta solo a la campana.
El condicionamiento clásico produce solo comportamientos reflexivos y no se aplica a los comportamientos que los organismos realizan voluntariamente, como leer un libro. Ejemplos de comportamientos involuntarios que pueden surgir debido al condicionamiento clásico incluyen náuseas, cambios en el apetito, dilatación de la pupila y cambios en la frecuencia cardíaca. Las personas suelen tener respuestas emocionales intensas en presencia de ciertos olores o sonidos. Por ejemplo, una mujer puede sentirse feliz cuando huele una colonia que su esposo usa con frecuencia. La colonia, un estímulo previamente neutral, viene a provocar emociones positivas debido a su frecuente emparejamiento con la presencia de su esposo.
El condicionamiento clásico está involucrado en el desarrollo de fobias y aversiones del gusto. Una persona que nunca tuvo miedo de los perros en el pasado puede desarrollar una fobia a los perros después de una mordedura de perro porque la visión de un perro ahora se asocia con la experiencia temerosa de ser atacado. Si una persona se enferma después de comer un alimento en particular, es posible que desarrolle una aversión del gusto a ese alimento y se convierta automáticamente en náuseas en la presencia de este en el futuro.