Los sólidos tienen formas y volúmenes definidos porque sus átomos y moléculas se mantienen firmemente unidos por las fuertes fuerzas intermoleculares. A bajas temperaturas, la energía cinética en el sólido generalmente no es suficiente para superar estos Fuerzas intermoleculares, por lo que el sólido permanece en el mismo estado.
Las moléculas de los sólidos se mantienen juntas tan fuertemente que su movimiento es limitado, y esto es lo que les da forma y volumen. Su capacidad para resistir la compresión es otra propiedad que hace que los sólidos conserven su forma y volumen. En estado sólido, las sustancias tienen altas densidades y sus tasas de difusión son mucho más bajas que las de los líquidos.
En general, los sólidos se clasifican en dos categorías según la forma en que las moléculas y los átomos constituyentes se disponen en el sólido. Estos son sólidos cristalinos y sólidos amorfos.
En los sólidos cristalinos, las moléculas y los átomos se organizan en formas definidas, de modo que cuando el sólido se rompe, la disposición ordenada de los iones, moléculas o átomos produce bordes rectos. En los sólidos amorfos, las moléculas y los átomos no tienen una disposición definida, y el sólido consiste en cadenas de moléculas desorganizadas y enredadas. Cuando estos sólidos están obturados, los bordes aparecen curvados porque no hay una estructura interna definida. Un ejemplo perfecto de un sólido amorfo es el vidrio.