Gilgamesh era un guerrero feroz, un rey ambicioso y eficaz, un buen amigo, un conductor esclavo y un mujeriego. Era parte dios y parte hombre, una combinación que lo hizo luchar con su grandeza así como su humanidad.
Entre los hombres, Gilgamesh fue visto como uno de los más grandes. Su fuerza era sobrehumana, y aunque poseía sabiduría, también era orgulloso, un rasgo de carácter que a menudo se interponía en su camino cuando se trataba de tomar las mejores decisiones. Gilgamesh trabajó duro para construir muros alrededor de su reino, Uruk. Su necesidad de ser recordado lo impulsó, por lo que trabajó a su gente con fiereza para ayudarlo a construir estas paredes. Sacó a los hombres de su reino para luchar largas y cansadas batallas. También tomó niños de sus familias para trabajar para él. Tenía el hábito de dormir con cualquier mujer que eligiera.
Gilgamesh maduró con la edad, sin embargo. Se convirtió en el mejor amigo de Enkidu, y esta relación ayudó a Gilgamesh a calmarse y ver las cosas más importantes de la vida, como la amistad y el amor. Cuando Enkidu murió, Gilgamesh se lamentó y también sintió temor por su propia mortalidad. Abandonó toda la riqueza y la gloria de su vida anterior y comenzó a buscar el secreto de la vida eterna. Su viaje le permitió llegar a un acuerdo con su mortalidad. Al hacerlo, Gilgamesh regresó a su reino y se convirtió en un rey más grande de lo que era antes.