El prejuicio puede hacer que una parte de la población esté virtualmente marginada o poco representada en ciertas industrias. Por ejemplo, el sesgo de género puede ser el culpable de la falta de mujeres en la industria tecnológica cuando se compara con los hombres; en 2014, Yahoo informó que su fuerza laboral estaba compuesta solo por un 37 por ciento de mujeres, y Google informó que tenía un 30 por ciento de mujeres. Tal sesgo es atribuible a creencias arraigadas sobre las habilidades de las mujeres en ciencias de la computación, según Andrea Rees Davies, director asociado del Instituto Clayman para la Investigación de Género en la Universidad de Stanford.
La persona perjudicada también puede verse afectada negativamente. Las personas que hacen suposiciones erróneas sobre otros sin ningún conocimiento previo sobre ellos, ya sea por motivos de raza o salud mental u otra razón, limitan su crecimiento personal al negarse a sí mismos la oportunidad de aprender de esos individuos.
Los que sufren de prejuicios pueden experimentar vergüenza e ira, lo que lleva a conductas perjudiciales, como comer en exceso y agresión. Además, tienden a tener peor desempeño cuando sienten que están siendo estereotipados, según un estudio publicado en la edición de agosto de 2010 de "Journal of Personality and Social Psychology". Los participantes del estudio mostraron un comportamiento hostil incluso después de su prueba inicial, una señal de que los efectos del prejuicio no se limitan a la experiencia única, sino que persisten.