Una economía de mercado está impulsada por la oferta y la demanda. Los productores venden productos por los precios más altos posibles, y los miembros de la fuerza laboral trabajan por los salarios más altos que pueden ganar. Las determinaciones sobre cómo se asignan los bienes y servicios se hacen principalmente por los mercados.
La competencia es la piedra angular de una economía de mercado. Mientras que la ley de la demanda dicta que los precios aumentan a medida que aumenta la demanda, la competencia asegura que la oferta aumente cuando los productores reconocen que hay un aumento en las ganancias. Esto tiene un efecto estabilizador general sobre los precios. El gobierno no tiene ningún papel en una economía de mercado que no sea garantizar el acceso equitativo a los mercados y asegurarse de que los mercados permanezcan abiertos. La innovación se ve recompensada por una mayor eficiencia y participación de mercado, y esto conduce a mayores ganancias para los mejores productores. La libertad de elección que existe en una economía de mercado conduce a una tendencia ascendente en la calidad, ya que los consumidores demandan continuamente mejores productos a precios similares o reducidos.
Dado que una economía de mercado premia la competencia, puede tratar injustamente a quienes se encuentran en una desventaja competitiva natural. Se debe elegir cómo tratar a las personas desfavorecidas. Mientras que algunas sociedades eligen asignar fondos para atender necesidades básicas, otras las ignoran por completo.