Para muchos ecosistemas, el sol es la principal fuente de energía. El sol proporciona la luz y el combustible necesarios para el crecimiento de muchos organismos vivos, desde microbios y bacterias diminutas hasta plantas y animales. Algunas especies, principalmente las plantas fotosintéticas, utilizan la luz solar para crear su propia energía, lo que a su vez les ayuda a crecer y reproducirse.
En los ecosistemas dependientes de la luz solar, el sol entrega energía a todos los organismos, que utilizan esa energía de diferentes maneras. Los organismos de nivel de base, llamados productores, absorben la luz solar directamente. Crecen y se reproducen mediante la fotosíntesis, que implica la absorción de la luz solar y la conversión de esa luz en azúcar y energía.
Los productores viven en ambientes terrestres y acuáticos. La mayoría toman la forma de productores fotosintéticos, como algas y plantas. Otros existen en forma de bacterias, y residen en los océanos. Estos productores, también llamados autótrofos, sirven como alimento para organismos ligeramente más altos en la cadena alimentaria, llamados consumidores primarios. Estos animales obtienen energía del consumo de plantas, algas y hongos. Se clasifican como vegetarianos y comen una variedad de materia verde frondosa.
Los consumidores secundarios y terciarios ocupan un lugar más alto en la cadena alimentaria. Estas especies incluyen animales más grandes que consumen productores primarios. Algunos se clasifican como omnívoros también, comen plantas junto con otros animales. Los alimentos y los nutrientes pasan a través de los ecosistemas, y finalmente se descomponen en un largo proceso de reciclaje. Sin embargo, la energía del sol no se recicla y requiere una inyección constante en los ecosistemas para mantener la vida.