En personas con hipertensión arterial o anomalías de colesterol, las aortas agrandadas o dilatadas son bastante comunes, según HealthCentral. Los médicos trabajan con el paciente para mitigar los factores que conducen a una aorta debilitada. Estas medidas preventivas ayudan a retardar o prevenir la formación de aneurismas, lo que puede conducir a la rotura de aneurismas.
Ciertas fuerzas dentro del cuerpo contribuyen al debilitamiento y dilatación de la aorta. Los principales factores incluyen la presión arterial elevada junto con otros procesos como la inflamación, las deficiencias nutricionales y la deposición de lipoproteínas, explica HealthCentral. Otros problemas que conducen a aortas dilatadas incluyen trauma o infección. Cuando estos factores se corrigen o manejan bien, se puede prevenir una mayor ampliación. Las aortas dilatadas son propensas a la formación de placa aterosclerótica, lo que aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular y mini ictus, también llamados ataques isquémicos transitorios.
Uno de los métodos más simples de detección de una aorta agrandada es con una ecografía o un ecocardiograma. Las primeras pulgadas de la aorta se pueden ver y medir fácilmente durante este examen. Cuando la aorta alcanza los 4,5 centímetros de diámetro, se clasifica como un aneurisma. Una vez que la aorta se agranda o se dilata a 3.7 centímetros o más, puede continuar dilatándose a una tasa promedio de 2 milímetros por año, afirma HealthCentral. Por lo tanto, las aortas dilatadas deben ser monitoreadas anualmente. Una vez que un aneurisma alcanza los 5,5 centímetros, se requiere una intervención quirúrgica.