Los ríos y arroyos son parte del bioma de agua dulce, y experimentan diferentes climas a lo largo de sus longitudes. En la fuente, estas vías navegables tienen temperaturas más frías y agua más clara. A medida que el agua viaja hacia las bocas de los afluentes, se calienta, fomentando una mayor diversidad de plantas y animales.
Los manantiales subterráneos, lagos desbordados y el derretimiento de la nieve dan origen a ríos y arroyos. El agua fuertemente oxigenada viaja en un solo sentido, generalmente en su camino hacia un río, estuario, bahía u océano más grande. La trucha y el salmón prosperan en esta sección, pero las plantas acuáticas y las algas son limitadas porque la fotosíntesis no es tan eficiente a bajas temperaturas. Las plantas utilizan la fotosíntesis para convertir el dióxido de carbono y el agua en azúcar y oxígeno.
A medida que el agua viaja río abajo, la vía fluvial aumenta en volumen y ancho. Las curvas y las rocas en el río disminuyen su movimiento y la temperatura comienza a subir, lo que permite que la vida de la planta se afiance. Animales como los castores ayudan a alterar el flujo, al igual que el sedimento recogido en el camino.
Una vez que el agua llega a la boca del río o arroyo, es turbia con menos oxígeno y soporta especies como el pez gato y la carpa. Las temperaturas más cálidas fomentan el crecimiento de las plantas y árboles de los pantanos, que atraen a los anfibios, reptiles y aves que se alimentan por filtración, como los patos. Estos son los humedales, el puente entre los biomas de agua dulce y salada. La temperatura del agua más cálida y la diversidad de la vida aumentan la humedad, lo que a su vez calienta el aire y el paisaje.