La mayoría de los artrópodos se mueven a través de sus apéndices segmentarios. Su exoesqueleto y músculos, que están conectados al interior del esqueleto, actúan juntos como un sistema de palanca, según la Enciclopedia Británica. El exoesqueleto proporciona una gran área de superficie para la inserción muscular, soporta el movimiento y brinda protección contra el medio ambiente.
Todos los artrópodos tienen apéndices articulados, según una guía de laboratorio de la Universidad de Tulane. Lo hacen todo con sus piernas, incluso nadar, arrastrarse, gatear, sentir, morder, picar y hasta masticar. Mastican de lado con el uso de sus piernas. Una dura cutícula compuesta de proteínas y quitina protege sus cuerpos, y actúa como un exoesqueleto para los artrópodos. La mayoría tiene exoesqueletos muy pequeños, aunque algunas langostas tienen exoesqueletos que alcanzan hasta un metro.
Según el Oceanic Research Group, los artrópodos tienen muchas articulaciones en sus exoesqueletos para permitirles moverse en un cuerpo tan rígido. Estas juntas les permiten doblarse en una sola dirección, pero están bien desarrolladas. Las langostas son muy flexibles cuando son necesarias, y pueden girar sus garras adecuadamente para pellizcar a su captor. Los crustáceos, que son un subfilo de artrópodos, tienen cinco pares de apéndices. El par delantero típicamente tiene garras, mientras que los otros cuatro pares sirven como piernas para caminar. Algunas especies tienen pinzas más pequeñas en el segundo y tercer par de patas.