El magnesio se extrae de una de tres maneras. El primero es el proceso electrolítico, que utiliza cloruro de magnesio producido a partir de magnesita o agua de mar. El segundo es el proceso silicotérmico, que mezcla dolomita calcinada o magnesita con aleación de ferrosilicio. El tercero consiste en disolver la magnesita en ácido clorhídrico para hacer cloruro de magnesio.
En el proceso electrolítico, que se usa principalmente en los Estados Unidos, el agua de mar se trata con óxido de calcio, lo que provoca la precipitación del hidróxido de magnesio. El hidróxido de magnesio se recoge y se convierte en cloruro de magnesio tratándolo con ácido clorhídrico y calentándolo. En ese momento, el compuesto se electroliza, creando magnesio y cloro gaseoso.
En el proceso silicotérmico, que se utiliza principalmente en China, la aleación de ferrosilicio se mezcla con magnesita. El magnesio es altamente reactivo en la naturaleza, por lo que lo más cercano que se puede extraer del suelo es la magnesita. Una vez que se mezclan la aleación de magnesita y ferrosilicio, se calientan hasta que se vaporizan, y el vapor de magnesio resultante se recoge en recipientes de refrigeración para crear magnesio.
En el tercer proceso, que se usa principalmente en Australia, el mineral de magnesita se disuelve en ácido clorhídrico, creando cloruro de magnesio. El cloruro de magnesio se purifica y se deshidrata a una alimentación seca antes de ser electrolizado en una celda Alcan. El magnesio fundido se elimina y el gas de cloro sobrante se recicla y se combina con hidrógeno para producir más ácido clorhídrico.