Las pandas se han adaptado a su hábitat mediante la evolución de una forma corporal, un sistema digestivo y patrones de comportamiento para adaptarse a una dieta que consiste casi exclusivamente de bambú. Su pelaje ha evolucionado para adaptarse al clima, el paisaje y el follaje de su hábitat. Debido al terreno montañoso y la falta de severidad del clima, no hibernan como otros osos, sino que se desplazan a elevaciones más bajas en invierno.
Los pandas habitan en bosques montañosos llenos de rodales de hierba de bambú, y el bambú constituye el 90 a 99 por ciento de su dieta. Debido a que el bambú proporciona poca energía o proteína, pasan de 12 a 16 horas al día comiendo cantidades prodigiosas de bambú. Un panda adulto, según su tamaño, consume entre 20 y 80 libras de bambú al día. Debido a que gran parte del bambú es celulosa indigesta, los tractos digestivos de los pandas son cortos y rectos, y defecan muchas veces al día. Sus patas han desarrollado cinco dedos y extensiones de muñeca que funcionan como pulgares opuestos para ayudarles a agarrar el bambú. Sus caras redondas se deben a los molares grandes y los músculos fuertes de la mandíbula que han desarrollado para masticar bambú, y su tamaño se debe a la baja tasa metabólica causada por su dieta. Los pandas son sedentarios y dóciles en gran parte debido a la falta de energía que les da su dieta de bambú.
El grueso pelaje de los pandas los mantiene calientes en los fríos bosques montañosos en los que vagan. Su coloración permite el camuflaje en la luz moteada y la sombra de los bosques y el contraste de rocas oscuras y nieve brillante.