Las glándulas sudoríparas y las capas de grasa en la piel ayudan a regular la temperatura corporal en los mamíferos. Cuando la temperatura exterior es alta, las glándulas sudoríparas liberan líquidos corporales combinados con sal para evitar que la temperatura corporal suba demasiado. Cuando la temperatura exterior es baja, las capas de grasa en la piel actúan como aislantes, atrapan el calor y evitan que salga del cuerpo.
Los receptores de temperatura se encuentran dentro de la piel. Estos receptores envían señales al cuerpo, estimulando la agitación en climas fríos y sudando en climas cálidos. Cuando la temperatura exterior es alta, las glándulas sudoríparas dentro de la piel reaccionan. El cuerpo humano tiene aproximadamente 2,6 millones de glándulas sudoríparas. Cuando el cuerpo siente un aumento en la temperatura central, responde aumentando el flujo de sangre a la piel, lo que estimula las glándulas sudoríparas. Comienzan a liberar un líquido mezclado con sal conocido como transpiración. Cuando esta transpiración se libera de los poros, se asienta en el exterior de la piel. El efecto de esta transpiración y el viento exterior ayudan a enfriar el cuerpo, disminuyendo la temperatura interna del cuerpo. Las capas de grasa en la piel ayudan al cuerpo a retener todo el calor que puede durante temperaturas extremadamente bajas. El flujo de sangre se dirige más lejos de la piel para conservar el calor. Durante el ejercicio, la capacidad del cuerpo para regular el calor, o termorregulación, es desafiada.