Soplando aliento sobre un diamante, frotándolo con papel de lija, observando cómo brilla y cómo refracta la luz son formas de determinar su autenticidad. Estudiar las imperfecciones de un diamante es otra técnica, aunque esto requiere un dispositivo de aumento especial de joyero llamado lupa.
Respirar aire caliente sobre un diamante ayuda a determinar si es real. Si el diamante se empaña, es falso. Los diamantes reales no retienen el calor, mientras que los diamantes falsos sí lo hacen. Los diamantes son uno de los materiales más duros del mundo conocido, y el papel de lija no los puede rayar. Si se frota un diamante con papel de lija, el diamante no es real.
Los diamantes reflejan la luz de una manera muy específica. Cuando se levanta a una luz, el brillo interno de un diamante aparece gris y blanco, mientras que la luz dispersada por el diamante aparece como un arco iris en las superficies cercanas. Un diamante que tiene arco iris que brillan dentro de la piedra cuando se sostiene a la luz es un simple pretendiente.
Los diamantes también tienden a refractar y doblar la luz de una manera única. La medida de esta calidad se llama índice de refracción. El índice de refracción de un diamante real es mucho más alto que el de un diamante falso. Cuando se superpone a la impresión de un periódico, un diamante real dobla la luz con tanta intensidad que el negro no puede brillar a través.
La observación de un diamante a través de una lupa revela ciertas características típicas de los diamantes reales. Los bordes afilados y las imperfecciones de carbono, que pueden aparecer como pequeñas manchas, manchas blancas o negras y pequeñas fracturas, son características tan reveladoras.