El poema de George Herbert "The Collar" refleja la impaciencia del orador por sentirse constreñido, criticando la necesidad innata de la humanidad de servir a su maestro, Dios. Las últimas dos líneas del poema revelan irónicamente que el poema no simplemente una diatriba que defiende la libertad, sino la frustración temporal de un servidor generalmente dispuesto y ansioso.
"El Collar" se basa en imágenes de cadenas y grilletes que atan al orador, pero el título en sí revela la verdadera naturaleza de estas restricciones; un collar no necesariamente aprisiona a su portador, sino que lo controla y lo dirige. Los matices religiosos dentro del poema también implican que el collar puede ser una referencia al clero, que dedica sus vidas a servir a Dios y a su comunidad. El orador reconoce su inquietud por estar restringido, pero la línea final del poema retrata una respuesta diferente que demuestra sus verdaderos deseos. Herbert describe al orador como un fanático y feroz, sugiriendo que está fuera de control y, por lo tanto, está domesticado y bloqueado por su propio bien. La implicación es que la verdadera jaula no son los lazos de servidumbre, sino los "pensamientos mezquinos" que ciegan y persuaden al hablante de acciones ilícitas. También es importante notar que las frustraciones del hablante son silenciadas inmediatamente por la voz de su maestro, lo que sugiere una sumisión voluntaria.