Las duchas con agua fría se consideraron una forma de control de la natalidad durante los años 1800 y principios de 1900. Este mito fue desacreditado por Margaret Sanger en la década de 1900, como se señala en el Proyecto Margaret Sanger. A partir de 2014, los expertos en salud creen que la ducha vaginal en realidad puede aumentar el riesgo de otros problemas de salud, según WebMD.
Si bien no hay evidencia científica de apoyo, muchas mujeres afirman que las duchas las hacen sentir más frescas, se deshacen de los olores desagradables y limpian la sangre menstrual después de su período. Algunos incluso usan la ducha para evitar contraer enfermedades de transmisión sexual o para prevenir un embarazo; sin embargo, las duchas se han relacionado científicamente con infecciones vaginales, enfermedades inflamatorias pélvicas, complicaciones del embarazo y cáncer cervical. El Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos recomienda que las mujeres eviten las duchas. Debido a que la acidez de la vagina controla las bacterias de manera natural, lavar la vagina con agua tibia y jabón suave es suficiente para mantenerla limpia.
Margaret Sanger fue una de las primeras feministas y promovió el derecho de las mujeres al control de la natalidad, un término que ella acuñó, señala Bio. Sanger fue el primero en escribir públicamente sobre métodos anticonceptivos que incluían la ineficacia de las duchas de agua fría en su artículo "Limitación de la familia, revisado, octava edición", publicado en 1918.