El objetivo de la política antinatalista es controlar el crecimiento de la población de una nación imponiendo límites al parto. Las políticas antinatalistas prevalecen en países asiáticos, como China y Singapur.
China y Singapur adoptaron políticas antinatalistas en respuesta a las altas tasas de fertilidad durante los años sesenta. A los gobiernos de ambas naciones les preocupaba que carecían de los medios adecuados para manejar el robusto crecimiento de la población. Como consecuencia, los líderes gubernamentales en China y Singapur implementaron fuertes sanciones para hacer cumplir la Regla del niño único. Las parejas fueron multadas fuertemente por tener un segundo hijo, y las familias más grandes vieron una interrupción en el apoyo financiero.