La narración de historias reunió a la humanidad primitiva tanto física como mentalmente al enfatizar virtudes comunes, consolidar una comunidad y reducir el conflicto intragrupo, destacando el papel de la narración en el desarrollo evolutivo de los humanos. Los neurocientíficos creen que contar historias incrementó las capacidades neurocognitivas de los humanos, porque las historias eran divertidas pero requerían un esfuerzo mental. La narración ficticia proporcionaba un entorno en gran medida seguro para experimentar con el manejo de las consecuencias de las situaciones precarias, incluidas las emocionales, lo que aumentaba la capacidad de supervivencia.
Se puede contar una historia usando cualquiera de los sentidos del cuerpo humano: visión, oído, olfato, gusto y textura. Por ejemplo, la narración culinaria se centra principalmente en la comida. Cada plato generalmente se presenta en un orden diseñado para evocar ciertas escenas a medida que avanza la narrativa, a menudo personal o cultural. Este tipo de historia involucra el uso de todo sentido humano. Un chef u otro artista puede ofrecer un acompañamiento auditivo a un plato para enfatizar la importancia. Incluso los platos en los que se sirve la comida y la decoración del factor de ajuste para contar estas narrativas. Volver a contar una historia de este tipo a través del discurso, la película o la escritura nunca podría relacionar con precisión esas sensaciones.
La narración de historias no es una colección de hechos, sino una narrativa con perspectiva y emoción. Se ha demostrado que contar historias ayuda a aliviar los síntomas causados por eventos traumáticos.