Se cree que la tradición de desear una estrella fugaz comenzó en Europa, alrededor del año 127 a 151 dC El filósofo griego Ptolomeo pensó que las estrellas fugaces significaban que los dioses miraban la Tierra y escuchaban deseos, según la Biblioteca Congreso.
Los judíos y los cristianos creían que las estrellas fugaces eran ángeles caídos o demonios. Los griegos creían que eran las almas de las personas, ascendiendo o descendiendo del cielo, y se creía que las estrellas fugaces eran un presagio de la muerte. El dramaturgo griego Aristófanes imaginó que las estrellas fugaces eran "almas de gente pobre, que caminaban borrachos a casa después de haber cenado a una estrella rica".