Cualquier comportamiento que ayude a un organismo o una especie a sobrevivir puede considerarse como una adaptación de comportamiento. La migración animal es un ejemplo de adaptación conductual; moverse en un grupo grande ayuda a proteger a los miembros del grupo de los depredadores y les permite sobrevivir en diferentes áreas, especialmente si hay una falta de alimentos o si necesitan evitar un clima severo.
La inactividad y la hibernación permiten a los animales conservar energía en momentos de estrés ambiental, que a menudo ocurre en invierno. Las ardillas de tierra, las marmotas y las ardillas listadas pueden hibernar y permanecer inactivas por un período de siete meses a un año. Por lo general, comen mucha comida antes de hibernar y permiten que la temperatura de su cuerpo descienda hasta justo por debajo de la temperatura de congelación. Algunos animales que hibernan realmente se despiertan para calentar sus cuerpos, se alimentan un poco y orinan, pero pronto vuelven a estar latentes.
Las adaptaciones de comportamiento, a diferencia de las adaptaciones físicas, no siempre se heredan, pero a menudo se aprenden; El medio ambiente sirve de estímulo externo. Un ejemplo es la forma en que las aves silvestres parecen inquietas alrededor de las personas, mientras que las aves que han vivido en áreas urbanas tienen menos miedo. Los gatos domesticados también son dóciles y se sienten más cómodos con las personas, mientras que los gatos callejeros suelen ser cautelosos y feroces cuando se les acercan extraños.