Algunos rasgos comunes en los mentirosos habituales o patológicos incluyen una tendencia a estudiar otros, comportamientos manipuladores, falta de empatía y no mostrar signos de alivio al cambiar de tema. Los mentirosos habituales pueden involucrarse en los ojos. El contacto es tan intenso que se siente penetrante en un intento de hacer que la persona a la que está mintiendo piense que es sincera. Algunos mentirosos habituales no muestran signos de incomodidad si son atrapados, mientras que otros se enojan o se vuelven agresivos cuando alguien los atrapa.
Los mentirosos habituales tienden a ser gente que estudia porque no quieren que otros descubran sus mentiras. El engaño exitoso requiere que aprendan todo lo que puedan sobre las personas para que puedan tener una idea de los tipos de mentiras que las personas pueden creer. Los mentirosos patológicos también carecen de empatía por las personas que engañan; no les preocupa cómo sus mentiras pueden herir a otros.
Otra área donde los mentirosos habituales difieren de las personas normales es que no hay ningún cambio en su comportamiento cuando el tema de la conversación se aleja del tema sobre el que están mintiendo. Mentir hace que las personas psicológicamente normales se sientan incómodas, por lo que tienden a sentirse más relajadas una vez que la persona a la que miente cambia a otro tema.
Un error común es que es posible saber cuándo un mentiroso patológico no está diciendo la verdad basándose en comportamientos tales como evitar el contacto visual o la inquietud. Sin embargo, el mentiroso habitual sabe que estos comportamientos hacen que las personas parezcan poco fiables y se abstengan intencionalmente de participar en ellos.