El estado atribuido puede influir en el estado alcanzado de un individuo al promover una profecía autocumplida, afectando la autoestima o limitando o aumentando las conexiones sociales beneficiosas. Estado atribuido, como género, raza, edad o los estratos económicos en los que nace un individuo, pueden hacer que otras personas e instituciones alberguen expectativas preconcebidas del individuo. Las expectativas de los demás, si adoptan la forma de sesgos negativos, pueden ser internalizadas por un individuo que tiene un estatus de atribución más bajo en la jerarquía social y crea expectativas de sí mismo irrazonablemente bajas que pueden limitar su capacidad para mejorar su estatus alcanzado.
El estado obtenido se obtiene según el mérito y el resultado del esfuerzo. El estado atribuido es, en cambio, involuntario y se asigna al nacer. Los supuestos falsos y preconcebidos con respecto a los resultados de desempeño basados en un estado atribuido, como la raza o el género, pueden hacer que el supuesto se convierta en realidad debido a una creencia en su predicción. Este es un ejemplo de una profecía autocumplida y representa la relación entre una creencia preexistente, que se basa en su asociación con un estado atribuido, y un individuo que posee el estado atribuido conforme a esa creencia. Una profecía autocumplida puede ser positiva o negativa y refleja la influencia que un estado atribuido puede tener en el estado alcanzado de un individuo.
Puede haber una correlación directa entre la autoestima de un individuo y su estado atribuido. Los individuos que se comparan con otros que poseen un estatus más alto pueden desarrollar un sentido de autoestima poco realista que no se basa en sus capacidades reales. La clasificación de un estado asignado en una jerarquía social está determinada por los grupos dominantes y puede convertirse en un medio para perpetuar los prejuicios raciales, de género o económicos.