El principal impacto social de la bombilla fue dar a las personas el control sobre la luz y la oscuridad dentro de sus viviendas y negocios simplemente tocando un interruptor. Las personas ya no estaban controladas por la alternancia natural de luz y Oscuridad con la salida y puesta del sol.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, casi todos tenían iluminación eléctrica en sus hogares, incluso fuera de las ciudades. Las lámparas de aceite y las velas que la gente había usado para la luz nocturna se metían en los armarios y los cajones, y solo se sacaban cuando fallaba la electricidad.
A nivel social, las personas ya no tenían que seguir un ritmo de vida establecido, porque no tenían que dejar de trabajar o socializar debido a la falta de luz. En cambio, el trabajo comenzó las 24 horas del día, cuando las fábricas trajeron trabajadores para diferentes turnos y las ciudades pudieron permanecer abiertas toda la noche.
Tener electricidad en los hogares para la iluminación abrió la puerta a una gran cantidad de otros dispositivos. Con el cableado en su lugar, los hogares ahora podrían alimentar electrodomésticos para facilitar las tareas domésticas, así como dispositivos de entretenimiento como radios y televisores. Las familias que habían confiado en los juegos, los instrumentos y la conversación para el entretenimiento ahora encontraron que un dispositivo eléctrico podía entretenerlos, y todo lo que tenían que hacer era mirar o escuchar.