En el acto II, escena II de la obra de William Shakespeare "Julio César", Calpurnia sueña que una estatua de César estaba sangrando y que, mientras sonreía, los romanos se acercaron a la estatua y se empaparon las manos con la sangre. Ella ve esto como una señal de que César no debe abandonar la casa porque corre peligro si lo hace.
César se niega a creer el sueño y le dice a su esposa que nadie lo atacará. Calpurnia le dice que haga una excusa de que está enfermo y no puede salir de la casa ese día. Decius le dice que si no va, los senadores se burlarán de él escuchando a su esposa. César decide irse.