Los valores personales se consideran importantes porque brindan a las personas una brújula interna por la cual gobiernan sus acciones y decisiones. En resumen, ofrecen un enfoque sistemático o estructural de la ética que también puede acomodar o reflejar compromisos políticos, sociales, culturales y religiosos.
Algunos valores personales son extremadamente utilitarios, y están diseñados simplemente para ayudar a las personas a evitar el dolor y buscar placer. Debido a que estos tipos de valores parecen reflejar impulsos fisiológicos, a veces ganan credibilidad científica. Sin embargo, en muchos otros casos, los valores personales tienen como objetivo ayudar a las personas a producir efectos positivos en su mundo cotidiano, como los que a menudo requieren el altruismo, la compasión religiosa o la filosofía ética. Estas formas de valores suelen considerarse mucho más subjetivas que las anteriores, incluso determinadas culturalmente, y algunos críticos argumentan que están más arraigadas en la convención social que en la realidad moral.
Los valores personales también son importantes para la vida cotidiana porque comúnmente informan las opciones políticas de las personas, los candidatos por los que votan y las políticas que aplican, especialmente en lo que respecta a temas sociales. En otros casos, los valores personales ven una aplicación más amplia en los entornos empresariales, donde se integran en las culturas corporativas, como se manifiesta en las declaraciones de misión. En todos estos casos, se cree que los valores personales positivos se traducen en mejores comportamientos, lo que se traduce en mejores prácticas, leyes, costumbres, familias y sociedades.
