El poema de Emily Dickinson "Hay otro cielo" es una reflexión sobre cómo un paraíso espiritual supera la naturaleza decreciente de la Tierra. Sin embargo, Dickinson lo deja ligeramente ambiguo en cuanto a lo que representa exactamente esta utopía interna; ella nunca lo llama rotundamente como "el cielo". Aún así, muestra que la esperanza en algo más grande es lo suficientemente fuerte como para hacer que el quebrantamiento del mundo físico no sea importante.
Se hace evidente por la tercera y cuarta líneas que el paraíso que el hablante describe no es uno que exista en el mundo físico. La paradoja, "Y hay otro rayo de sol, /Aunque haya oscuridad allí", claramente no puede existir como un fenómeno físico. Otras frases utilizadas para describir este lugar incluyen "siempre verde" y "sin desaparecer", que hacen eco de las descripciones bíblicas de Edén y del cielo. Sin embargo, este es un lugar que el orador conoce íntimamente; ella lo llama "mi jardín", y puede incluso escuchar el zumbido de sus abejas. Debido a esto, parece que lo más importante para el orador en este momento de ensueño no es el paraíso eterno del cielo, sino el hecho de que ella tiene fe en él aquí en la Tierra. Ella no tiene que permitir que las decepciones del deslucido mundo físico la afecten. En cambio, puede creer en la promesa de una vida futura donde se rectifican todos los quebrantamientos de su vida actual, donde "Hay otro cielo, /Siempre sereno y justo".