Los tiburones se han adaptado a su hábitat al tener cuerpos aerodinámicos e hidrodinámicos. Sus esqueletos no están hechos de huesos como otros peces, sino cartílago. Esto hace que sus esqueletos sean más ligeros y más flexibles.
Como la mayoría de los otros peces, los tiburones son de sangre fría. Esto les da un metabolismo bajo y les permite ayunar durante semanas. Sin embargo, cuando es hora de comer, los tiburones se benefician de tener esófagos cortos pero anchos y mandíbulas que no están firmemente adheridas a sus cráneos. Esto permite a los tiburones tragar sus presas enteras o en trozos grandes. Los dientes de los tiburones también se reemplazan constantemente.
Los hígados, las aletas y el movimiento constante de los tiburones evitan que se hundan. El hígado es enorme y está lleno de una sustancia llamada escualeno, que ayuda a mantener el tiburón flotante.
Los tiburones también tienen un asombroso sentido del olfato y pueden oler la sangre en el agua hasta un cuarto de milla de distancia. También tienen un tapetum lucidum, una membrana en la parte posterior del ojo que les permite ver con poca luz. Pueden cambiar el tamaño de sus pupilas para adaptarse a las condiciones de luz, que es una adaptación que no se encuentra en otros peces.
Los tiburones también pueden sentir campos eléctricos a través de órganos en sus cabezas, llamados ampollas de Lorenzini.