Para indicar el estrés, un hámster alterna entre correr y asearse, así como chirriar, morder y comer en exceso. También se vuelve más irritable, es más probable que muerda y puede confinarse o esconderse. Con el tiempo, a medida que el estrés daña el sistema digestivo, puede comenzar a sufrir de diarrea o estreñimiento.
Un hámster puede ser estresado fácilmente por cambios en su entorno. Las tareas de rutina, como limpiar su jaula o manipularlo, pueden alterarlo y traumatizarlo, especialmente si se acaba de mover y no está acostumbrado a su nuevo entorno. Para minimizar el estrés, el propietario debe evitar despertar a un hámster durante el día y, si mantiene varios hámsters, asegurarse de que no se están comportando de manera agresiva entre ellos. Un hámster sigue siendo estimulado al proporcionar una rueda que corre, túneles, juguetes y otros entretenimientos. La jaula debe ser lo suficientemente grande para que el hámster se sienta cómodo; si es demasiado pequeño, un hámster puede comenzar a roer las barras. Finalmente, los propietarios deben asegurarse de colocar la jaula en un área templada que no esté expuesta a corrientes de aire o luz solar directa.
Cuando se estresa a un hámster, también se vuelve más susceptible a las enfermedades. Por ejemplo, un hámster recientemente destetado y agitado es más probable que desarrolle una cola húmeda, una enfermedad altamente contagiosa que puede provocar la muerte.