Los sensores ultrasónicos funcionan transmitiendo energía en forma de ondas ultrasónicas a un objeto objetivo, que refleja las ondas hacia la cabeza sensora. Los sensores ultrasónicos se usan en gran medida para medir distancias en función del tiempo que toma para que se complete la transmisión y recepción de la onda.
La energía transmitida por un sensor ultrasónico a un objeto viene en forma de ultrasonido, que es una onda de sonido por encima de lo que el oído humano puede percibir. Los ultrasonidos son generados por un transductor ultrasónico que transmite ondas ultrasónicas provenientes de la energía mecánica producida por el soplado de aire.
Un sensor ultrasónico básico está compuesto por un transmisor y un receptor. Hay dos tipos generales de sensores ultrasónicos, que difieren solo en el material utilizado para generar la onda. El primero es un sensor piezoeléctrico, que genera ondas ultrasónicas a través de cristales de cuarzo o cerámica piezoeléctricos. El segundo es un sensor electrostático, que utiliza una membrana metálica microfina.
Los sensores ultrasónicos se pueden usar para detectar niveles de contenido líquido en un tanque o contenedor. El sensor emite la onda hacia la superficie del líquido, que devuelve la onda al receptor del sensor. Los datos se envían a un sistema para calcular el nivel de líquido basándose en información preprogramada sobre el nivel completo del tanque. Los usos más avanzados de los sensores ultrasónicos se encuentran en el campo de la medicina, particularmente en la ecografía médica, que se usa para detectar el feto dentro del útero de una madre.