Los satélites son sistemas de comunicaciones que usan transpondedores, receptores y señales de radio para comunicarse con los astronautas y científicos en la tierra. Mucho antes de que los satélites entren en órbita, deben diseñarse para soportar las presiones de las fuerzas atmosféricas todo el equipo que necesitan para producir y transmitir información vital, incluidas fotografías, temperaturas y condiciones climáticas.
Los satélites vienen en todos los tamaños, desde pequeños objetos del tamaño de una mesa hasta enormes piezas de equipo lo suficientemente grandes como para albergar humanos y actuar como estaciones espaciales móviles. Algunos se operan manualmente, mientras que otros se controlan de forma remota. Independientemente del tamaño y la función, todos los satélites tienen respondedores integrados, que son componentes que reciben y transmiten señales de radio. Debido a que deben viajar a zonas atmosféricas con altos niveles de presión y fuerzas externas, los satélites deben ser livianos pero resistentes. En el espacio, están sujetos a radiación y altas temperaturas; la mayoría están hechas de acero reforzado y aluminio, que brindan protección contra esas fuerzas sin agregar peso. En el interior, los satélites tienen sistemas de comunicaciones, que consisten en antenas, un sistema de energía y cohetes, así como los transpondedores que transmiten y reciben señales. La mayoría de los satélites también tienen propulsores, que actúan como turbo kits, lo que hace posible que los satélites se propulsen a sí mismos a través del espacio.