La presión es directamente proporcional a la solubilidad; un aumento de la presión también aumenta la solubilidad. A la inversa, una disminución de la presión también reduce la solubilidad.
En un estado de equilibrio, la solubilidad corresponde a la medición cuantitativa de la cantidad máxima de soluto que se puede disolver en una cantidad particular de disolvente. El término "soluto" se refiere a la partícula o sustancia que se disuelve, mientras que "solvente" se refiere al componente que disuelve. La solubilidad de un material es su concentración en una solución que no puede disolver una cantidad adicional de soluto.
Varios factores afectan la solubilidad, incluidas las interacciones soluto y solvente, el efecto de ion común, la presión y la temperatura. La presión no influye significativamente en la solubilidad de sólidos y líquidos. En cambio, sus efectos solo se vuelven significativos en la solubilidad de las sustancias gaseosas.
La relación entre presión y solubilidad se puede resumir combinando el principio de Le Chatelier y la Ley de Henry. El principio de Le Chatelier postula que cuando un sistema químicamente equilibrado está sujeto a estrés, en este caso la presión, el sistema cambiará para reducir el estrés. La Ley de Henry establece que, a temperatura constante, la solubilidad de un gas se correlaciona con su presión parcial. La ley de Henry está representada en la ecuación, p = k h c, donde "p" denota presión parcial, "k h " indica la constante de la ley de Henry y "c" es la Concentración del gas disuelto. La fórmula demuestra la relación directa entre la presión y la concentración, así como la solubilidad. A medida que aumenta la presión, tanto la concentración como la solubilidad también aumentan.