Además de la luz solar y el clima cálido, el maíz requiere un suelo rico y arcilloso con un contenido de humedad moderado y mucho drenaje. Los niveles de pH del suelo en el que crece el maíz deben medir entre 5.8 y 6.8. Esto hace que el suelo sea moderadamente ácido, ya que el maíz no crece bien en un suelo alcalino.
Agregar material orgánico al suelo puede ayudar a mantener el maíz saludable. Muchos agricultores agregan compost, hojas y otros materiales orgánicos al suelo antes de plantar, especialmente si el suelo natural es demasiado arenoso para la tolerancia del maíz.
El maíz prefiere el suelo húmedo, pero es importante que los agricultores eviten sobre saturarlo. Los sistemas de riego por goteo y los empapadores son los más eficaces porque el riego por aspersión puede lavar el polen.