El deterioro de las poblaciones de abejas, o su extinción, puede tener un efecto devastador en una amplia gama de vida agrícola y de otras plantas en todo el mundo. En particular, la desaparición de la abeja puede reducir drásticamente el número de cultivos que cualquier país tiene la capacidad de producir. Además, la cantidad de vida de la flor presente en un ecosistema también puede disminuir radicalmente.
Desde 2006, expertos en abejas, académicos y agricultores han estado señalando un cambio alarmante en la población y la calidad de las abejas en los Estados Unidos y Europa. Se piensa que los pesticidas utilizados por los agricultores contribuyen a este declive generalizado. En 2008, el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales informó que sin las abejas para continuar la polinización de los cultivos, solo los Estados Unidos podrían perder entre 15 y 20 mil millones de dólares en productos cosechados. Los efectos pueden no ser únicamente financieros, sino también dietéticos y nutricionales. La población podría perder casi 60 alimentos diferentes, incluidos melones, bayas, aguacates, aceitunas, calabacines, brócoli, frijoles de soja y alfalfa.
En 2013, la Unión Europea impuso una prohibición de dos años a uno de los pesticidas más utilizados, los neonicotinoides, que se sospecha que dañan a las abejas, un movimiento que revela qué tan grave es la situación. El estudioso y autor, Evaggelos Vallianatos, dice que la extinción de las abejas no solo presenta la posible erradicación de muchos cultivos, sino que poblaciones enteras de flores silvestres también podrían enfrentar la misma suerte. La pérdida de tanta vegetación puede llevar a un ambiente cada vez más estéril y tóxico en la tierra.