La inteligencia cognitiva tradicional es la capacidad de planificar, razonar y usar la deducción lógica para resolver problemas, pero también la capacidad de aplicar el pensamiento abstracto mientras se aprende y responde al entorno. La inteligencia cognitiva se mide en términos de coeficiente intelectual, la puntuación otorgada por una prueba de inteligencia estandarizada.
Inteligencia cognitiva y emocional
Muchos psicólogos han argumentado que las pruebas de CI por sí solas no son suficientes para determinar o comprender completamente la amplia gama de inteligencia humana, con la capacidad de comprender, interpretar y responder a las emociones que desempeñan un papel tan vital como la capacidad de razonar.
La inteligencia emocional se relaciona con la capacidad de una persona no solo para expresar emociones, sino también para percibirla en otros. La inteligencia emocional también se relaciona directamente con la forma en que una persona puede controlar sus propias emociones. Esta área de estudio ha encontrado numerosas aplicaciones en áreas tan diversas como negocios y educación.
En última instancia, tanto la inteligencia emocional como la cognitiva son importantes, aunque sus puntos fuertes juegan en diferentes áreas. La inteligencia cognitiva superior se presta a mejores logros académicos, mientras que la inteligencia emocional es crucial para las habilidades de liderazgo, relacionadas con los grupos sociales y la interacción general diaria con los demás.
En general, es preferible un buen equilibrio de inteligencia emocional y cognitiva, y ambos pueden fortalecerse mediante procesos de aprendizaje específicos.