Ser propietario de una lavadora ahorra tiempo y mano de obra y brinda la libertad de lavar ropa y ropa de cama según sea necesario. Los propietarios también pueden adaptar fácilmente su lavado al tipo de tela que se va a lavar y al nivel de suciedad.
Antes de la invención de las lavadoras automáticas, la ropa tenía que hacerse a mano. Esto significaba llevar la ropa al río o llenar una tina, luego golpear o agitar la ropa empapada para aflojar la suciedad de las fibras. Debido a que hacer la colada de esta manera era un trabajo arduo y consumía bastante tiempo, las personas no lavaban la ropa a menudo y necesitaban más ropa y ropa de cama o se conformaban con artículos sucios. Las lavanderías eliminan gran parte del trabajo duro de lavar la ropa, pero su uso requiere tiempo de viaje. Las lavanderías tampoco están siempre disponibles cuando son necesarias.
Si bien la mayoría de las personas siente que las ventajas de usar sus propias lavadoras compensan las desventajas de las mayores facturas de electricidad y agua, el arrendamiento puede ser una amenaza mayor para las lavadoras de propiedad privada. Los defensores del arrendamiento señalan que las lavadoras diseñadas para uso doméstico son mucho menos duraderas que las hechas para uso comercial, y que hasta el 70 por ciento de los recursos en una máquina desechada puede terminar en vertederos. Ellos creen que si más personas arrendaran máquinas de alta calidad para uso doméstico, se alentaría a los fabricantes a producir máquinas más duraderas y eficientes y a crear bucles de retorno de la oferta para restaurar y actualizar máquinas más antiguas.
