El narcotráfico está alimentado en última instancia por el principio económico de la oferta y la demanda en un mundo donde existe una gran demanda de sustancias ilícitas que no pueden obtenerse por ningún medio legal. Con grandes cantidades de dinero por hacer, los traficantes siguen moviendo sus productos, aumentando así su poder.
Los aumentos en el gasto y el personal de la fiscalización de drogas han tenido poco o ningún efecto en el comercio de drogas. Desde la década de 1990, los formuladores de políticas, especialmente aquellos en los estados agrícolas y en transición, se han pronunciado en contra de la prohibición de las sustancias ilícitas. Muchos investigadores creen que un nuevo paradigma de política de drogas basado en la despenalización paralizaría a los traficantes de drogas como lo hizo con los contrabandistas después del fin de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos. El principal factor disuasivo de este curso de acción es que la legalización de tales sustancias puede percibirse como un respaldo a su uso.